Rolls Royce

Los inicios

Rolls-Royce nació por y para el lujo. Tuvieron siempre la más elitista de las vocaciones, la ambición de ser simplemente los mejores, los más exclusivos y los más caros. Todo esto quedó claro desde el primer día, desde que la empresa se presentó públicamente bajo el eslogan “los mejores automóviles del mundo”.

Eso sucedía en marzo del año 1906, cuando la recién nacida Rolls-Royce presentaba su primer coche, el 30 CV. Aquel día fructificaba por fin el proyecto nacido hace más de un siglo, el 4 de mayo de 1904, en Manchester, en el Hotel Midland. En aquella jornada memorable se conocieron dos pioneros de la automoción, Henry Royce y Charles Rolls.

Royce había fundado 20 años antes una fábrica de equipos eléctricos y mecánicos y en 1904 presentaba su primer automóvil. Por su parte, Rolls regentaba una empresa de venta de coches de lujo de marcas históricas, como Minerva, Mors y Panhard.

Charles Rolls había oído maravillas de los coches de Henry Royce y le pidió algunas unidades para evaluar su calidad. Así fue como ambos emprendedores se conocieron y surgió el flechazo. Seducido por la exquisitez de los coches de Royce, Rolls dejó de lado su empresa y se unió a su nuevo amigo.

La técnica y la exclusividad se daban la mano para que naciera Rolls-Royce, un nombre que siempre ha sido bandera del refinamiento y del glamour.

El aristócrata y el mecánico

A pesar de lo rápido que congeniaron, Rolls y Royce no parecían destinados a encontrarse. Son, más bien, uno de esos caprichos de la fortuna que se dan de vez en cuando.

Henry Royce nació en una humilde familia de Peterborough, en la Inglaterra rural de 1863.

Su infancia fue dura: tuvo que trabajar como vendedor de periódicos y después entró como aprendiz en los talleres de la compañía ferroviaria Northern Railway, donde aprendió la ciencia de la mecánica. Aprovechó también para descubrir otros idiomas y para estudiar álgebra y electricidad.

De allí pasó una fábrica de maquinaria en Leeds, un lugar en el que experimentó en sus carnes la explotación del obrero fabril en el siglo XIX. Después saltó a Londres, a una empresa de electricidad y, más tarde, con 19 años, se fue a Liverpool, donde trabajó como asesor técnico de otra compañía eléctrica.

Su primer contacto con el mundo del automóvil fue en 1903, cuando compró un coche, un French Decauville, para ir a trabajar cada día. Se dio cuenta del montón de problemas y fallos mecánicos que adornaban a este vehículo y pronto comprendió que él podía hacerlo mucho mejor. Y lo hizo.

Por su parte, Charles Rolls nació en una familia muy acomodada en 1877. Era hijo de Lord y Lady Llangattock y estudió en Eton y Cambridge. En aquella época no se esperaba que un vástago de tan noble linaje trabajase en algo tan plebeyo como los coches. De hecho, ni siquiera se esperaba de él que trabajase, pero Charles Rolls era un apasionado de la automoción.

Se graduó en la Escuela de Mecánica e Ingeniería Aplicadas y después, en un viaje a Francia, compró un primitivo Peugeot con el que se iniciaría en la conducción. La automoción estaba tan en pañales que aquel fue el primer coche que pisó Cambridge. Enamorado ya sin remedio del automovilismo, Rolls ganó la primera carrera de resistencia en que tomó parte. Fueron 1.000 millas, todo un récord. Poco después, en 1903, logró un nuevo registro mundial al alcanzar los 150 Km./h a los mandos de un Mors de 80 CV en Dublín.

De paso, había montado su propia firma de venta de coches, la CS Rolls and Co, que se convirtió en una distribuidora muy importante. Pero él quería algo más, quería un coche británico que desbancase a todos los otros. La oportunidad le llegó cuando le hablaron del coche de dos cilindros que acababa de presentar un tal Henry Royce.

Hacia la fusión de sangres

El acuerdo entre Henry Royce y Charles Rolls se cerró muy rápido. Venía a decir que Rolls tendría la exclusiva para vender los coches que fabricase Royce.

Eso permitió que en el Salón de París de ese mismo 1904 la nueva firma exhibiese varios modelos, entre ellos los 10 CV, los 15 CV y los 20 CV. También se pudo ver un motor de seis cilindros y 30 CV.

El éxito del Salón de París llevó a la firma de un contrato entre ambos socios para unirse todavía con más fuerza. En ese documento se decidió que todos los coches, a pesar de ser todavía modelos de Royce, se llamasen Rolls-Royce. Después, en 1906, llegaría el primer coche de desarrollo conjunto y, a partir de ahí, un siglo de éxitos.

Ya con el primer modelo conjunto de Rolls y Royce, el 30 CV, se vio que la marca de Manchester había nacido con buena estrella. El coche fue un éxito y pronto empezó a crearse a su alrededor un halo de leyenda. Pero lo cierto es que, al principio, se dedicaron sólo a fabricar los chasis y los motores, dejando que los carroceros adaptasen la apariencia externa y el habitáculo a las necesidades de cada cliente.

El segundo modelo, también de 1906, sería el Silver Ghost, un lujosísimo vehículo que llevaría los primeros Rolls-Royce a los países árabes, donde, a la larga, habrían de recalar miles de unidades.

Este modelo, el preferido por Henry Royce, tenía la resistencia de una roca. Batió el récord de resistencia de su tiempo, con 23.120 Km. sin una sola avería, y se hartó de ganar premios en competiciones. Además, fue alabado en la prensa de su época por lo silencioso que era su motor (“como una máquina de coser”), la ausencia de vibraciones y el alto grado de confort que transmitía a los ocupantes.
El nombre de Silver Ghost se debe a Claude Johnson, socio y amigo de Rolls, que colgó una placa con esas palabras en su flamante y plateado 40/50 CV (nombre original del coche). Aquella unidad todavía está en posesión de la compañía: rueda perfectamente a pesar de sus más de 800.000 kilómetros.

Su longevidad también permitió que el Silver Ghost fuera el primer Rolls-Royce fabricado en Estados Unidos, en la factoría de Springfield, abierta en 1921. Curiosamente, esta fábrica tuvo que cerrar en 1931, porque los clientes americanos preferían comprar sus Rolls directamente en Inglaterra. Cuestión de imagen…

El éxito de aquel modelo, del que se vendieron casi 8.000 unidades, hizo que la histórica fábrica de la Cooke Street de Manchester se quedara pequeña, por lo que fue preciso construir la gran fábrica de Derby.
Lamentablemente, la alegría no duraría mucho. En 1910, el siempre aventurero Charles Rolls moría en un accidente de aviación. El fundador de la marca fue siempre un entusiasta de los aviones. Amigo personal de los hermanos Wright, precursores de la aviación, se empeñó en que Rolls-Royce invirtiese en aeroplanos, algo a lo que Royce se opuso hasta 1914.

Rolls Royce y la aviación

La llegada de la I Guerra Mundial dio alas a Rolls-Royce, y no sólo en sentido figurado. Por un lado, su producción de vehículos se disparó gracias a la necesidad de ambulancias, transportes y carros blindados que demandaba el ejército.

Algún Silver Ghost se transformó en tanqueta, y varios acabaron sirviendo a las órdenes de Lawrence de Arabia en el desierto árabe. Dicen que, blindados y artillados, pesaban más de cuatro toneladas. Incluso así, podían alcanzar los 80 Km./h.

Por el otro lado, las alas le salieron de verdad a Rolls-Royce. En los talleres de Derby, Royce rindió homenaje a su amigo Rolls y construyó su primer motor de aviación. Antes de morir, Rolls había querido que la empresa se adentrase en este campo, pero Royce nunca fue partidario.

Sin embargo, durante la contienda empezó a montar los motores Eagle, que propulsaban a los Vickers Vimy. Uno de estos aviones fue el primero en hacer el vuelo entre Gran Bretaña y Australia.

Desde entonces, los motores de Rolls-Royce han estado presentes en todos los cielos.

La época dorada

Tras la I Guerra Mundial, en la Belle Époque, Rolls-Royce vive una verdadera luna de miel y se convierte en una marca mítica. Se dice que sólo venden a magnates, nobles, reyes y sultanes árabes. Sus motores son tan perfectos que se prueban poniendo un vaso de agua hasta el borde sobre ellos para comprobar que no hay vibraciones… Se forja una verdadera leyenda.

De ese periodo mágico son los Phantom, los Rolls-Royce más espectaculares, caros y seductores. Aparecen en 1921 y, desde entonces, son los abanderados de la firma.
La muerte de Rolls dejó a Royce al frente de la compañía hasta su muerte, en abril de 1933. Estos 15 años de gobierno en solitario depositaron en los coches de la firma una huella imborrable, la de un perfeccionista, un esteta de la ingeniería que aspiró toda su vida a fabricar máquinas exquisitas. Cuando murió, ya le habían nombrado Sir Henry Royce.

El Espíritu del Éxtasis

Fantasías románticas y murmuraciones rodean la historia del más reconocido emblema de automóvil del mundo.

The Spirit of Ecstasy (“El Espíritu del Éxtasis”), descrita por su creador, el escultor Charles Sykes, como: «Una pequeña y graciosa diosa, que eligió viajar por carretera como supremo deleite, sobre la proa de un Rolls Royce en la lozanía del aire y con el sonido musical de sus ropas al viento.»

Los automóviles Rolls Royce, no fueron distinguidos con emblemas en el radiador hasta 1911, cuando la empresa, preocupada al notar que algunos propietarios agregaban «inapropiados ornamentos» a sus vehículos, encargó a Mr. Claude Johnson, entonces director gerente de Rolls Royce Motor Cars, conseguir algo mas dulce, digno y gracioso.

Johnson buscó a Charles Sykes, un joven artista y amigo, graduado del London`s Royal College of Art. Sykes ya había creado en 1905 un emblema personal para el Rolls Royce, Silver Ghost propiedad de John Walter Scott-Montagu, un pionero del automovilismo, nombrado Lord Montagu de Beaulieu que trabajaba como editor de la revista “The Car”. Este emblema fue llamado “The Whisperer”, (“El que susurra”) y representaba una dama inclinada que se llevaba un dedo a los labios pidiendo silencio y había sido modelada sobre la graciosa forma de Eleanor Thornton, secretaria de Su Excelencia y solo por murmuraciones, su amante.

Lo solicitado por Claude Johnson a Sykes, tenia que evocar algo del espíritu de mítica belleza de “La Victoria de Samotracia” , cuya graciosa imagen era admirada en El Louvre. Pero Sykes no estaba muy convencido. El creía que una representación mas femenina, era mucho mas apta.

Ciertamente, era a Miss Thornton a quien él tenia en mente. “El espíritu de la velocidad”, como él llamo a la escultura, tiene una innegable reminiscencia de “The Whisperer”. La estatuilla representa a una mujer inclinada hacia delante que se echa los brazos atrás para sujetar una capa o túnica arrebatada por el viento.

Fue Claude Johnson quien encontró la mas feliz denominación de “El Espíritu del Éxtasis”. Sin embargo, en los Estados Unidos la escultura es llamada “The Flying Lady” (“La dama alada”). De una u otra forma, la figura fue modelada en bronce. Existe la creencia que los emblemas se hacían en plata maciza. A lo largo de los años, diferentes metales han sido usados, pero nunca plata. En los primeros tiempos, fue usado metal blanco, ahora se hacen en acero inoxidable pulido brillante.

La figura fue puesta en producción en 1911. Desde entonces, los Rolls-Royce montan sobre su radiador (que siempre recuerda a las columnatas de un templo griego) esta elegante pieza. Después ha sufrido algunas modificaciones. Debido a que la estatuilla original afectaba a la visivilidad del conductor, Sir Henry Royce encargó a Sykes una figura de un tamaño menor y fue entonces cuando creó la versión arrodillada. Esta versión fue la que se empleó en los modelos silver Wraith y silver Dawn, modelos posteriores a los que podéis encontrar en Estil Morgan. Despues de estos modelos, esta versión se dejó de fabricar y volvieron a la figura original, pero con un tamaño más reducido. En cualquier caso siempre mantuvo la estética inicial. Hasta 1948 todas las figuras las produjo el propio escultor.

…Su trabajo es ya una leyenda, El Espíritu del Éxtasis.